Bloqueo de EE.UU. obstaculiza a Cuba atención a pacientes de SIDA
En Cuba todos los enfermos de SIDA que lo requieren reciben gratuitamente la terapia con medicamentos antirretrovirales.
Se presentan constantes dificultades para dar mantenimiento al equipo de tecnología norteamericana que mide el estado de las defensas de quienes portan el virus.
En agosto último el doctor Armando Álvarez González tuvo que cambiar por cuarta vez su terapia contra el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). Su nuevo esquema de tratamiento, de trece pastillas diarias, incluye seis cápsulas de Caletra, uno de los medicamentos que recientemente la compañía norteamericana Abbott se negó a venderle a Cuba.
“El bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos ha sido un obstáculo para la atención de los pacientes de SIDA, asegura Álvarez, quien se graduó de médico en septiembre de 1988, dos meses antes de que le diagnosticaran la infección con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), y ha dedicado su vida y su carrera a luchar contra el terrible mal.
El doctor Armando, uno de los fundadores del Centro Nacional de Prevención de ITS–VIH/SIDA y participante en muchos de sus proyectos, explica cómo desde la aparición en 1986 de los primeros casos de la enfermedad en la Isla, el sistema de salud pública cubano tuvo que enfrentar y resolver grandes dificultades que abarcaban desde el diagnóstico de la infección hasta su tratamiento.
Con particular dramatismo rememora los años posteriores a la aparición, en el primer lustro de los años 90, de los primeros medicamentos para controlar el avance del SIDA, a los cuales Cuba no tenía acceso por ser producidos fundamentalmente por grandes firmas farmacéuticas norteamericanas.
“Los antirretrovirales llegaban por donación u otras vías que no garantizaban la continuidad del tratamiento. En aquel momento dábamos prioridad a madres y niños que sufrían la enfermedad. Muchas vidas habríamos podido salvar, si no hubiera existido el bloqueo”, asegura.
El propio Armando, luego de que en 1997 comenzó con la terapia, al presentar algunas complicaciones propias de la enfermedad, tuvo que abandonar su primer tratamiento, porque el país no pudo, en aquel momento, adquirir el Ritonavir, otra de las drogas de Abbots.
Para comprender la importancia de mantener el suministro estable de estos fármacos, es preciso explicar que las personas portadoras del VIH, una vez que enferman de SIDA y comienzan con estos medicamentos, nunca más pueden dejar de tomarlos, porque cualquier interrupción provoca que el virus se haga resistente a la droga, lo cual obliga a un cambio en la terapia, con la reducción progresiva de combinaciones posibles de esos productos.
De ahí la importancia que tenía la adquisición de Caletra, un compuesto de Ritonavir y Lopinavir empleado en pacientes con cepas del VIH resistentes a otros medicamentos; y del Ritonavir, para ampliar las posibilidades de tratamiento a los pacientes infectados.
La adquisición de estos fármacos, como parte de un programa de cooperación con Cuba que financia el Fondo Mundial de las Naciones Unidas de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, se frustró por la negativa de Abbott a venderlos, argumentando de que debido a las sanciones económicas de los Estados Unidos, su gobierno no autoriza el suministro de estos productos a la Isla.
Esto provocó que dichos medicamentos, cuyo valor hubiera sido de 49 mil 700 dólares de comprarse a la transnacional norteamericana, tuvieron que ser adquiridos en otro país, por un precio de 280 mil 400 dólares, casi seis veces superior al de Abbott, y con un retraso de varios meses.
Se presentan constantes dificultades para dar mantenimiento al equipo de tecnología norteamericana que mide el estado de las defensas de quienes portan el virus.
En agosto último el doctor Armando Álvarez González tuvo que cambiar por cuarta vez su terapia contra el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). Su nuevo esquema de tratamiento, de trece pastillas diarias, incluye seis cápsulas de Caletra, uno de los medicamentos que recientemente la compañía norteamericana Abbott se negó a venderle a Cuba.
“El bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos ha sido un obstáculo para la atención de los pacientes de SIDA, asegura Álvarez, quien se graduó de médico en septiembre de 1988, dos meses antes de que le diagnosticaran la infección con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), y ha dedicado su vida y su carrera a luchar contra el terrible mal.
El doctor Armando, uno de los fundadores del Centro Nacional de Prevención de ITS–VIH/SIDA y participante en muchos de sus proyectos, explica cómo desde la aparición en 1986 de los primeros casos de la enfermedad en la Isla, el sistema de salud pública cubano tuvo que enfrentar y resolver grandes dificultades que abarcaban desde el diagnóstico de la infección hasta su tratamiento.
Con particular dramatismo rememora los años posteriores a la aparición, en el primer lustro de los años 90, de los primeros medicamentos para controlar el avance del SIDA, a los cuales Cuba no tenía acceso por ser producidos fundamentalmente por grandes firmas farmacéuticas norteamericanas.
“Los antirretrovirales llegaban por donación u otras vías que no garantizaban la continuidad del tratamiento. En aquel momento dábamos prioridad a madres y niños que sufrían la enfermedad. Muchas vidas habríamos podido salvar, si no hubiera existido el bloqueo”, asegura.
El propio Armando, luego de que en 1997 comenzó con la terapia, al presentar algunas complicaciones propias de la enfermedad, tuvo que abandonar su primer tratamiento, porque el país no pudo, en aquel momento, adquirir el Ritonavir, otra de las drogas de Abbots.
Para comprender la importancia de mantener el suministro estable de estos fármacos, es preciso explicar que las personas portadoras del VIH, una vez que enferman de SIDA y comienzan con estos medicamentos, nunca más pueden dejar de tomarlos, porque cualquier interrupción provoca que el virus se haga resistente a la droga, lo cual obliga a un cambio en la terapia, con la reducción progresiva de combinaciones posibles de esos productos.
De ahí la importancia que tenía la adquisición de Caletra, un compuesto de Ritonavir y Lopinavir empleado en pacientes con cepas del VIH resistentes a otros medicamentos; y del Ritonavir, para ampliar las posibilidades de tratamiento a los pacientes infectados.
La adquisición de estos fármacos, como parte de un programa de cooperación con Cuba que financia el Fondo Mundial de las Naciones Unidas de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, se frustró por la negativa de Abbott a venderlos, argumentando de que debido a las sanciones económicas de los Estados Unidos, su gobierno no autoriza el suministro de estos productos a la Isla.
Esto provocó que dichos medicamentos, cuyo valor hubiera sido de 49 mil 700 dólares de comprarse a la transnacional norteamericana, tuvieron que ser adquiridos en otro país, por un precio de 280 mil 400 dólares, casi seis veces superior al de Abbott, y con un retraso de varios meses.
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